APR: Las escritoras que escriben ensayo atravesan continuamente el umbral entre lo privado y lo público. Exploran tanto sus vidas, de manera personal, como sus países, lo político y la literatura misma. El ensayo se entrecruza con la crónica, subgénero del periodismo, para a veces tocar de lado la poesía y hasta la narrativa.Hablar de ensayo hoy es reconocer nombres que no se mencionan, tanto porque no escriben bestsellers, porque no viajan en tours promocionando sus libros, porque no encuentran lectores que abarroten una librería para conseguir la firma de una autora, un autor. Pero hay algo en el ensayo que conserva a lectores cautivos, como yo. Porque cambia tu manera de ver el mundo para siempre. Si no, ¿quién después de haber leído Escenas de la vida postmoderna de Beatriz Sarlo? ¿Puede volver a un centro comercial y verlo de la misma manera? ¿Cómo acercarse a un bufete de comida sin pensar en la Alberca vacía de Isabel Zapata? ¿De qué manera se puede pensar en la emoción y el amor literario, que es realmente esa pasión por la escritura, sin recordar las palabras de Betina González en La obligación del ser genial, que dice que “la emoción no puede tener una representación”.
Hoy, en un episodio muy especial de nuestra mesa LAM, seis especialistas, Lorena Amaro, Mónica Szurmuk, Gisela Kosak, Gabriela Polit, Martha Bátiz y Mónica Velásquez, hablan de este gran género —el ensayo— y lo ponen en conversación con la crítica y el periodismo. Este, además, es un acto de total egoísmo. Es mi regalo de cumpleaños. El episodio número 630 sale al aire el 30 de junio, el mes 6 del año, y recuerdo que en 1963 vi la luz por primera vez. He querido hacer esta referencia personal porque, sin lugar a dudas, lo personal y lo público siempre se entretejen en la vida de todos los seres humanos, pero de manera muy particular en la de las mujeres.
Los invitamos a escuchar, leer y aprender de estas grandes voces, algunas de ellas ensayistas y, además, algunas de ellas especialistas en este género. ¡Qué banquete nos vamos a dar hoy! Maravilloso, mi regalo de cumpleaños.
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APR: Latinoamérica tiene una producción ensayística por escritoras de gran calidad, pero no ha alcanzado la visibilidad que merece. Sin embargo, esfuerzos distintos, desde distintos organismos, grupos e instituciones, han permitido que nombres atravesen fronteras y se integren a una gran tradición. Mónica Szurmuk nos platica de su visión sobre esta.
MS: En América Latina hay una tradición ensayística de mujeres. Lo que pasa es que, como en el caso de otros géneros, si nosotras nos enfocamos en encontrar una contrapartida de lo que hacían los varones, del lugar de poder que tenían los varones, del privilegio que tenían los varones, no lo vamos a encontrar. Si, por el contrario, lo que hacemos es enfocarnos en las mujeres que publicaban, vamos a ver que hay una enorme cantidad de mujeres que participaron en el género del ensayo desde el principio. Y quiero contar una anécdota. Cuando Ileana Rodríguez y yo empezamos a planear el Cambridge History to Latin American Women's Literature, algo que nos pasó fue que hicimos una lista de autoras y a las colegas que invitamos a escribir capítulos, ellas nos fueron aportando nombres y esa lista iba creciendo. Cuando el libro estuvo terminado, la lista era muchísimo más abundante de lo que nosotras nos podríamos haber imaginado. Era enorme, y nos pasó que la experiencia de nuestras autoras, de las críticas que participaron en este libro, fue que ellas mismas cuando salieron a buscar pensaron que había muchísimo menos. Entonces yo creo que hay una tradición que no fue leída como tradición y que las que yo conozco en realidad y los nombres que puedo aportar van a ser siempre insuficientes, pero si nos sentamos con cualquier periódico, nos sentamos a revisar las publicaciones, incluso desde muy temprano, siglo XVII, siglo XVIII, siglo XIX, vamos a ver que había muchas mujeres que escribían ensayos desde el principio de la vida independiente y hasta, podemos decir, desde antes.
APR: Lorena Amaro no lo ve así. Ella no reconoce esto como una tradición, sino que propone un género que se acerca al pensamiento filosófico, pero que a la vez es imaginativo.
LA: No me gusta hablar de una tradición, primero porque se puede entender que estamos hablando de canon y una tradición no es un canon, pero también es mucho más caprichoso, creo, identificarla. Tradiciones son para mí la gauchesca o la novela de dictador, por ejemplo, pero de todos modos depende mucho desde dónde se las está construyendo y con qué fin argumentativo. Es más complicado en el caso de los textos de autoría de mujeres, ya que se trata de escrituras que han sido sacadas o desconectadas, por así decirlo, del diálogo literario, que no fueron valoradas en su tiempo, no las incluyeron en los reconocimientos o en las historias literarias, que es lo que ocurre con este tipo de producciones, siempre interrumpidas o cortocircuitadas por la misoginia. Esa misoginia, pienso, se activa aún con más fuerza al tratarse del ensayo, un género en que se utilizan argumentos más cercanos al pensamiento filosófico, a la reflexión, si bien sería un error decir que no es un género imaginativo el ensayo.
APR: Es por ello importante crear mapas relacionales que enlacen nombres, conecten temas y textos, como lo apunta Mónica Velásquez.
MV: Hablaría más bien de una serie de referencias que aunque son ineludibles, suficientemente conocidas, no quedan articuladas a la de sus pares hombres, a sus antecedentes o a sus seguidoras seguidores. Por tanto, se diluye la posibilidad de una tradición sólida. Creo que tenemos tareas pendientes del relacionamiento de unas con otros y de mapas consignadores de conceptos, modos de reflexión que nos dejen percibir, apreciar y luego, ojalá, continuar con sus búsquedas. Debemos evitar y traspasar la lista de nombres o de monográficos donde ellas queden consignadas, pero donde su aporte y dimensión no se incluyen en un debate público. Esa tarea creo que es urgente.
APR: Venezuela es cuna de grandes ensayistas. Los hombres son los que más se mencionan como parte de este canon, como Andrés Bello o Miguel Acosta. ¿Pero qué hay de Teresa de la Parra o la misma Gisela Kosak, que viene a Hablemos Escritoras a hablarnos de otras figuras?
GK: Bueno, voy a hablar en particular del ensayo venezolano, que es el que mejor conozco, desde luego.Bueno, tenemos una figura que tiene un enorme valor fundador en el ensayo venezolano, que es Teresa de la Parra con influencia de la mujer en el alma americana. Teresa de la Parra escribió fundamentalmente novelas. Su obra es, si se quiere, corta, dos novelas, cartas, diarios. Este ensayo, que inicialmente fueron unas conferencias que dictó en Colombia en 1930, pero que son un texto clave para entender, digamos, las discusiones acerca del concepto de América, América Latina, lo que posteriormente discutiría el pensamiento de coloniales, etcétera. Parte de esa genealogía de pensamiento sobre lo que significa eso que llamamos América, Hispánica latina, Iberoamérica, en fin. Entre las contemporáneas que están, digamos, actualmente ya consagradas dentro de la literatura venezolana, está Ana Teresa Torres, que ha escrito un ensayo extraordinariamente importante, sobre todo de cara a lo ocurrido en Venezuela durante la Revolución Bolivariana, que es la herencia de la tribu, que es efectivamente una genealogía del pensamiento militarista en Venezuela. Pero también, como psicoanalista, ha escrito historias del continente oscuro y textos sobre literatura a beneficio de inventario, una recopilación de esos textos sobre literatura, que creo que son textos de mucha importancia dentro del ensayo venezolano. Hay otra ensayista lamentablemente fallecida, la antropóloga, profesora universitaria, novelista, investigadora, licenciada en letras, Michaelle Ascencio, falleció en 2014, que ha escrito sobre religión en el Caribe y en Venezuela, unos ensayos con una pluma y un conocimiento realmente admirables.
APR: Gabriela Poli también ha escrito ensayo, especialmente sobre periodismo, y nos amplía con su comentario sobre otras escritoras ecuatorianas que han explorado el género.
GP: Si por región nos referimos a la geográfica, me quedo en Ecuador, y quisiera empezar diciendo que Cristina Burneo Salazar acaba de ganar el premio Casa de las Américas por su libro de ensayo Dime si son latinex, escrituras de la diáspora ecuatorial in the USA. Me parece importante nombrarlo y celebrarlo, aunque no he leído el libro todavía aún. Sí comentar, en cambio, que si por región nos referimos al interés, me voy a quedar en la crónica y el periodismo. Susana Rotker, una académica brillante que nos dejó muy pronto, fue una de las teóricas, junto a Julio Ramos, que revivió el interés de la crónica periodística, en su libro La invención de la crónica. Años después publicó una antología de estudios sobre los cambios urbanos en la región, Ciudadanías del miedo. Ese fue un libro que, desde los estudios culturales, abrió camino a lo que nos trajo el neoliberalismo, mayor desigualdad, inseguridad, miedo y el rompimiento del tejido social. Y lo hizo incluyendo a tres cronistas en sus capítulos, lo que era, y creo que sigue siendo, una práctica poco usual. Rotker, de alguna manera, fue una luz para lo que investigué más tarde, la crónica y el sufrimiento social que vino con el neoliberalismo, y todos sus defectos. Aquí habría que situar a Cristina Rivera Garza con Los muertos indóciles, un libro sobre la necropolítica y la escritura.
APR: O los nombres que menciona Martha Bátiz.
MB: En español, disfruto la lectura de ensayos de Irene Vallejo, por supuesto, de Margot Glantz, de Adriana Enciso, que ha publicado algunos muy buenos, en la revista literal Latin American Voices, y por supuesto también a Isabel Zapata, con In Vitro, que es un referente ya dentro de este género literario.
APR: Bátiz y Polit remarcan ambas que el tema de la maternidad y del feminismo ha encontrado en el ensayo Voces Fundacionales.
MB: El ensayo sobre la maternidad. Hay muchos últimamente, ahora que nos hemos atrevido a romper el tabú y hablar de lo difícil que es ser madre, desde la concepción de un hijo hasta su crianza. El libro Mucha Madre de Almadía reúne dos ensayos sobre la maternidad, por ejemplo. Textofilia publicó Madres, cuentos y precauciones de maternidad hace ya más de una década, lo cual comprueba que no se trata de un tema nuevo. Tania Tagle le ha escrito sobre esto también, que decir acerca de Contra los Hijos, de Lina Meruane, que tanto revuelo causó cuando fue publicado y sigue causando cada vez que alguien lo lee por primera vez. Creo que el ensayo sobre la maternidad, pero también sobre lo que podría llamarse la hijitud o la condición de hija, está cobrando gran relevancia porque es un tema con el que todas las mujeres nos podemos identificar, ya que todas somos hijas, algunas somos madres, y las que no siempre se enfrentan a una sociedad que les cuestiona esa decisión.
GP: En temas feministas, en los últimos años he disfrutado los ensayos de Marta Lamas, de Marta Sanz, respecto a los movimientos del #MeToo, eventos que por demás fueron controversiales, sobre todo en México. A propósito de eso, Gabriela Wiener también escribió una columna de opinión, bastante larga, por cierto, en el New York Times, en su versión en español, cuando todavía se editaba. Y el tema del ensayo largo nos hace topar los bordes del ensayo académico, el ensayo crítico, de una manera más amplia, pero también estas columnas de opinión que son suerte de ensayos. Y me parece que es interesante ver que todas están alrededor. Bueno, el ensayo de la opinión está en el campo del periodismo.
APR: Lorena Amaro nos recuerda que para conformar las bases del pensamiento chileno, el ensayo siempre ha estado ahí.
LA: En mi país son muchas las ensayistas que destacaría, además de Mistral, y son cruciales para el pensamiento feminista chileno. Amanda Labarca, Elena Caffarena y sus ensayos jurídicos en defensa de las mujeres y trabajadoras. María Carolina Gil y su tempranísimo libro Siete escrituras chilenas, de 1949. La historiadora y educadora Olga Poblete, la socióloga Julieta Leergut, autora de dos clásicos, Ser política en Chile, de 1982, y Los nudos de la sabiduría feminista, de 1984. Y más recientemente, las grandes críticas chilenas, que son para mí Soledad Bianchi, Raquel Olea, Diamela Eltit, Eliana Ortega, Adriana Valdés, Nelly Richard, reconocidas y originales ensayistas todas. Entre las autoras más recientes destaco a Paz López y Paula Arrieta, quienes están pensando en las artes visuales. La filósofa Marcela Rivera Hutinel, la investigadora Macarena García González, autora del bellísimo libro Enseñando a sentir, repertorios éticos en la ficción infantil, entre otros. O Macarena García Moya, escritora que escribe entre la narrativa y el ensayo, con una mirada muy particular. También recuerdo ahora Daniela Catrilleo en Sutura de las aguas, libro bellísimo, publicado hace un par de años en Chile.
APR: Es el siglo XIX el gran siglo del ensayo en Latinoamérica. Los periódicos y otras publicaciones se convirtieron en espacios para algunas escritoras. Desde ahí dialogaron en un mundo dominado por hombres. Mónica Szurmuk nos da nombres de algunas de estas escritoras decimonónicas.
MS: Yo voy a nombrar algunas que me parecen importantes. En el siglo XIX está muy claro esto que señaló Josefina Ludmer, de este modo en que las mujeres, a través de las Tretas del débil, participan en la vida cultural y la vida pública. Entonces encontramos una serie de escritoras que van a escribir ensayos y que van a escribir ensayos de realidad nacional, que van a dialogar, por ejemplo en el caso de la argentina, Mariquita Sánchez, dialoga con Sarmiento directamente y dialoga con los escritores y los políticos más importantes de ese momento. Y van a tener estas mujeres una suerte desigual en la posibilidad de publicación. Entre las del siglo XIX, por supuesto, podemos mencionar a Juana Manuela Gorritti, a Juana Manso, a Flora Tristán, a Fanny Calderón de la Barca, a Clorinda Matto de Turner y también podemos examinar estas redes que se formaban ya en el siglo XIX de mujeres que dialogaban entre ellas, que tenían contactos, que se reconocían unas a otras, que se leían unas a otras. Otro ejemplo fantástico es el de Eduarda Mansillaque concretamente vive de la escritura.
APR: A finales de ese siglo y ya en el alba del siglo XX, en el inicio de una época moderna, vienen nombres ineludibles como el de Gabriela Mistral. Lorena Amaro, atinadamente, nos regresa a ella.
LA: Sabemos que una minoría de mujeres fue reconocida a lo largo del siglo XX en la poesía, otras pocas en la narrativa, pero el ensayo es realmente un campo minado. Le ha sido esquivo a la publicación de escritoras y ya siempre lo han sabido también. Es por eso creo que Gabriela Mistral denominaba recados a sus magníficos ensayos. Esa palabra ordena esos textos del lado de lo doméstico, los recados de la casa que debe hacer un niño o una niña, aportar un mensaje, ir a buscar algo. El concepto del recado imprime un marco de afectos, intimidad, incluso oralidad a estos textos suyos, donde, por cierto, se puede apreciar que Mistral no fue para nada un genio intuitivo o lego. De eso es que algunas historias literarias se encaprichan por crear, sobre todo cuando se trata de mujeres. Mistral fue una enorme lectora. En este sentido y en consonancia con lo que digo sobre la publicación de ensayos, habría que consignar, además que muchas escritoras ejercieron la crítica literaria en espacios que no están tradicionalmente dedicados a ella, como las cartas, o que realizaron este oficio artísticamente desde los prólogos y no desde espacios institucionalizados, por así decir, de prensa o académicos reservados para esto.
APR: Tal y como han visto en nuestra programación del mes de mayo, Hablemo, escritoras dedicó todo el mes a una de las escritoras más importantes de la literatura en español, Rosario Castellanos, nuestro pretexto fue su cumpleaños número 100. Rosario Castellanos nació el 25 de mayo de 1925 para dejarnos una ensayística que publicó en diversos medios, como los más de 300 ensayos y crónicas que compila Andrea Reyes en el libro Mujer de Palabras, artículos rescatados. Mónica Zurmuk la menciona junto con otras más de esos inicios del siglo XX.
MS: Entrando en el siglo XX, principio del siglo XX hay una proliferación de estas autoras. Pienso, por ejemplo, en Adela Zamudio en Bolivia, en la extraordinaria Luisa Capetillo en Puerto Rico y Laureana Wright en México. Tanto Capetillo como Laureana Wright escriben concretamente sobre el lugar de las mujeres en la sociedad y tienen una actuación política importante. La uruguaya Emma Catalá, muchas de estas mujeres además intervienen en la vida pública. Hay, a principios del siglo XX, las mujeres escriben en los diarios anarquistas, en los diarios socialistas. Algunos personajes como Ada María Elflein es una corresponsal del diario La Prensa en Buenos Aires y tiene su pequeña oficinita en el diario La Prensa, donde está aislada de los varones. Otro caso que puedo mencionar es el de Salvadora Medina Onrubia. Todas estas mujeres son anteriores a Rosario Castellanos y van abriendo un camino en el que tienen muchas intersecciones con la vida y la producción de Castellanos. Muchas de ellas como Castellanos también aboraban en otros géneros, como la poesía, como el cuento, como la novela, incluso, bueno, en el caso de Castellanos, como el teatro. Y muchas combinaban la participación en la vida pública, la participación en la vida cultural y la escritura en los diarios.
APR: Tres voces enormes son también parte de ese siglo. Beatriz Sarlo, Josefina Ludmer y Margot Glantz. Las tres han sido cimiento para muchas ensayistas contemporáneas. Mónica Velásquez lo pone así.
MV: El siglo XX nos ha dejado en el sur nombres tan absolutamente imprescindibles como la recientemente fallecida Beatriz Sarlo, poco antes nos dejaron Josefina Ludmer y Tamara Kamenszain, un trío potente para pensar nuestra literatura, arte y cultura. Tenemos todavía felizmente a Luisa Valenzuela desde Argentina, a Diamela Eltit, Nelly Richard en Chile, a Margot Glantz en México y por mi parte deseo que quienes nos oyen integren a esa lista más nombres desde Bolivia, me parece central mirar la obra ensayística de Blanca Wiethüchter, por ejemplo.
APR: Mónica Szurmuk, siendo argentina, tiene muy presente esto. Escuchémosla.
MS: En 2022 muere Silvia Molloy y en 2024 Beatriz Sarlo, dos grandes voces del ensayo crítico, mientras que Margot Glantz e Irene Vallejo siguen abriendo un lugar en el ensayo cultural e histórico. Con la muerte de Beatriz Sarlo y su libro póstumo No entender, se cierra una época en el ensayo escrito por mujeres en América Latina, pero creo que además nos da pausa como para mirar la escuela que formó Sarlo a partir de Buenos Aires 1920-1930 Una modernidad periférica, que es este libro interdisciplinario de estudios culturales, podemos decir, que inaugura esta década que Beatriz Sarlo empieza como crítica literaria, crítica cultural y que va a terminar ya en los noventa, a fines de los noventa principios de los dos mil, transformándose en una ensayista cultural en libros en los que abandona en muchas ocasiones el discurso crítico y que va a dedicarse, va a tomar la calle, el shopping para pensar la cultura. Los libros de este momento son la máquina cultural, la ciudad vista, la pasión y la excepción. O sea que creo que pensando en la trayectoria de Sarlo de ese modo podemos ver muy prolijamente el puente entre un tipo de ensayo con muchísimo aparato crítico a un ensayo en el que la crítica ya no trabaja desde la biblioteca sino que recorre la calle y me parece que en mayor o menor medida hay muchas críticas literarias, críticas culturales que hicieron algo parecido y pienso en el libro de Josefina Ludmer, Aquí, América Latina, donde Josefina Ludmer aclara que desde su sabático en Argentina, después de su estancia prolongada en los Estados Unidos no trabaja desde el lugar de la biblioteca sino que trabaja desde la calle. O sea, trabaja de alguna manera con el aparato crítico cultural ya adquirido. Podemos pensar que hay un cuerpo importante en América Latina de críticas culturales y críticas literarias que hicieron este cruce. Entonces pienso por ejemplo en Marisa Belausteguigoitia.
APR: Escuchemos lo que agrega Gabriela Polit, quien además suma a Silvia Molloy, una de sus grandes maestras.
GP: Creo que si mencionamos a Molloy y a Sarlo, no podemos dejar de lado a las grandes pensadoras académicas que colaboraron enormemente a abrir el camino de la discusión del feminismo en América Latina. Jean Franco fue una pionera en su magnífico libro Plotting Women. Nos enseñó a leer a contrapelo el canon mexicano desde las lecturas de Sor Juana hasta Elena Garro. Franco supo revertir el lugar de los intelectuales mostrando las costuras de esa ciudad letrada de la que habló Rama. Fue una interlocutora fundamental para entender a Sor Juana como una escritora mujer y no sólo como una extravagancia en un mundo masculino. Mary Louise Pratt nos llevó de la mano a entender a las viajeras del siglo XIX, a los viajeros del siglo XIX y a propósito de eso hay un libro maravilloso de Liliana Chávez que se llama Viajar Sola Identidad y Experiencia de Viaje de Autoras Hispanoamericanas. Liliana además trabaja temas de escritura y periodismo con una claridad apabullante. Latin American Documentary Narratives, Intersections of Storytelling and Journalism in Contemporary Literature es un gran libro. Liliana además es una académica pero ella también empezó su carrera como periodista. Y volviendo a las predecesoras, me parece que es fundamental hablar de Josefina Ludmer un nombre que no se nos puede escapar, aunque a mí personalmente el ensayo de las literaturas post autónomas me parece que es un trabajo al que le faltó afinarse. Es un ensayo que sigue siendo citado profusamente. Ludmer nos hizo mirar la literatura del crimen desde un punto de vista más rico, desde el psicoanálisis y el marxismo, para entender la complejidad del género. Y sé que en estos casos que estoy citando me estoy refiriendo a ensayos que son más de corte académico. Sin embargo, me parece que es importante mencionar a estas autoras.
APR: Hace poco entrevisté a Julia Musitano y a María Celia Vásquez. Y conversábamos con cada una de ellas en estas entrevistas de distintos aspectos de Victoria Ocampo, otra ensayista que recordar. Lorena Amaro menciona a Musitano en una lista mucho más contemporánea de escritoras, y menciona además el gran proyecto Historia Feminista de la Literatura Argentina que dirige la gran Nora Domínguez y quien pronto también estará en este podcast.
LA: Por otro lado, está todo el mundo de la crítica literaria y cultural principalmente en Argentina, donde no puedo dejar de destacar una constelación de maestras Beatriz Sarlo, Josefina Ludmer, Nora Dominguez,Leonor Arfuch, Tamara Kamenszain, María Moreno, Silvia Molloy, María Negroni, Nora Avaro, Andrea Ostrov, Graciela Speranza, Judith Podlubne, Julia Musitano, Maria Lucia Puppo, María Jose Punte, Lucía de Leone, Betina González, Guadalupe Maradei. Algo de trampa porque aquí mezclo autoras académicas y escritoras que no se inscriben especialmente en la universidad. Todos son geniales en sus trabajos, en lo que hacen. De hecho, en la Argentina han logrado impulsar un proyecto con la participación de varias de ellas que ya quisiera yo aquí en Chile, Una Historia Feminista de la Literatura Argentina.
APR: Gisela Kozak menciona a otras escritoras contemporáneas.
GK: Ya en generaciones más cercanas nacidas en los años 60, que ya estamos grandecitas, creo que hay una voz realmente extraordinaria que es la de Paulette Silva Beauregard, que reside actualmente en España. Ella escribió sobre todo sobre el siglo XIX en Venezuela, pero lo que quiero destacar es su extraordinaria capacidad investigativa y su pluma de primer nivel, que no es un tema especialmente atractivo, pero escribió desde la perspectiva también de la construcción de lo femenino en el siglo XIX, entre otros temas, con una erudición increíble. Ya dentro de generaciones más cercanas, entre los millennial, creo que hay que destacar la voz de Aglaia Berlutti en un ensayo mucho más corto, más lúdico, más cercano, digamos, a la reseña literaria, al ensayo, a un intercambio, digamos, con las redes y con Internet, que, bueno, digamos, entra en un discurso muy siglo XXI, sin que las otras que vivieron durante el siglo XXI, que han vivido durante el siglo XXI, no pertenecieran, sino que hay una familiaridad en Aglaia Berlutti muy directa en relación con las redes sociales, mientras que las otras, Teresa de la Parra, Ana Teresa Torres, Michaelle Ascencio y Paulette Silva Beauregard, han trabajado más en los formatos de artículo y de libro, fundamentalmente, sobre todo, sus ensayos más importantes son de libro, son en formato libro, quiero decir, mientras que Aglaia se ha movido más en el formato artículo. Creo que en la región hay que destacar, en el caso de México, por ejemplo, una ensayista como Malva Flores, que se ha dedicado también a la poesía, se ha dedicado también fundamentalmente al estudio de las cartas como documento literario. Creo que el trabajo que está haciendo Malva Flores sobre la crítica y los caminos de la crítica literaria académica es muy importante dentro del ensayo, y quisiera destacar a una escritora en particular en la Argentina, Ariana Harwicz por los ensayos que ha escrito en relación con toda esta discusión sobre los límites de la libertad de expresión en el mundo de la literatura.
APR: Interesante la propuesta de Lorena Amaro en relación con la diferencia entre el texto de divulgación y el ensayo, en donde toma a Irene Vallejo como ejemplo.
LA: Qué buena que mencionas a Irene Vallejo, porque me das la oportunidad de plantear que para mí ella no es una autora previamente literaria. Lo suyo es un texto de divulgación, erudito en lo histórico, pero que en lo literario no me parece que tenga propuesta. Me preocupa mucho hasta qué punto hoy mezclamos en el ámbito crítico textos que son bestsellers, y lo son porque echan mano del lugar común, que es precisamente lo contrario de la literatura, con otros textos que sí están pensando lo literario y a la vez pensandose. En este sentido, un libro paradigmático sobre la lectura y en las antípodas de Vallejo sería, por ejemplo, El libro de Tamar, de Tamara Kamenszain, un inclasificable que oscila entre el estudio literario, la biografía de escritor y la novela amorosa. Kamenzain procura descifrar ahí unos versos anagramáticos que le dedicó el escritor Héctor Libertella, su exesposo, poco antes de que muriera. Y es realmente hermoso el ejercicio que propone.Hace de algo que parece un chiste, una anécdota, una desgarrada declaración de amor. Es rarísimo, extraño y fascinante también. O lo que hace María Sonia Cristoff, los suyos son verdaderos ensayos encubiertos como novelas, ¿no?
APR: Y está también otro ejemplo que pone Gabriela Polit con Flavia Costa.
GP: Vuelvo a otro tipo de ensayo. Hay alguien que me gustaría mencionar aquí, Flavia Costa, cuyo trabajo estoy empezando a explorar y a conocer. Es de una trascendencia importantísima actualmente. Ella trabaja sobre las nuevas tecnologías desde un punto de vista histórico y crítico. Y creo que en las humanidades es algo que es fundamental. No solo incorporar los usos de la inteligencia artificial en nuestras aulas, porque de hecho ya está incorporado por los y las estudiantes, sino porque debemos entender cómo es el diseño, la historia, la configuración de estas tecnologías y cómo van a afectar las humanidades. El libro de Flavia es Tecnoceno: Algoritmos, biohackers y nuevas formas de vida. En un tomo más literario y de modo general, creo que mencionar a Isabel Zapata es importantísimo, porque despunta como una gran ensayista mexicana. Hay que leer su piscina vacía. También mencionar que hay una especie de empuje de parte de la industria editorial por los ensayos. En la Feria del Libro de Buenos Aires acaba de salir por la editorial Excursiones un libro de ensayos llamado Territorios Imaginarios en los que colaboran Daniela Alcívar Bellolio, Katya Adaui, Cynthia Rimsky, Inés Bortagaray y María Sonia Cristoff. Muchas de ellas han sido ya entrevistadas aquí por Adriana. Es decir, hay un impulso en la industria editorial por el ensayo y me parece que la crítica debería poner atención a eso.
APR: Todas estas conversaciones me llevan a pensar en el ensayo sobre literatura, con voces como Rosa Beltrán o María Negroni o Alejandra Laera, como recoge también Mónica Szurmuk.
MS: Pienso también en Gabriela Polit, muy recientemente en Graciela Montaldo y el último libro que ella publica en el que recoge textos, un texto inédito de Sergio Chejfec y ella misma escribe un texto para esta obra que se llama Tres Piezas, que reúne un blog que escribieron juntos Sergio Chejfec y Graciela Montaldoen un viaje que hicieron en Estados Unidos de este a oeste y regresando al este y hay un texto de Sergio Chejfec y un texto de Graciela Montaldo. El último ejemplo de esta práctica es el libro Para qué sirve leer novelas de Alejandra Laera. Alejandra también es una crítica literaria con muchísima formación y apuesta a contestar esta pregunta ¿Para qué sirve leer novelas en el capitalismo tardío? ¿Para qué sirve leer novelas ahora? En un texto que tiene la solidez de un texto académico pero que puede ser leído por un público mucho más amplio. Y podemos incluir hasta cierto punto a Nelly Richard, por ejemplo y pienso en la revista de Crítica Cultural y estas apuestas. Otra revista que podemos pensar en la misma clave es Punto de Vista, que son revistas donde se realiza crítica cultural pero hay un camino hacia el ensayo. La gran pregunta es una pregunta por las lectoras, los lectores y ¿cómo se puede hacer para que las investigaciones que se realizan en las universidades, en los centros de investigación, tengan un cruce hacia un cuerpo mucho más amplio de lectores? Y muchas veces eso también tiene que ver con el lugar desde el cual la persona puede intervenir y acá estoy pensando por ejemplo en Rosa Beltrán y su lugar en la editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México, de la UNAM. En esta posibilidad, el cruce de los géneros podemos pensar en otras autoras que hicieron un ejercicio de pasar de la literatura a la crónica, a la entrevista. Ángela Pradelli, por ejemplo, que consigue su lugar como novelista en el mundo de la literatura y que va a escribir ensayos sobre la lectura, sobre el lugar de la lectura en el mundo contemporáneo y también últimamente va a hacer ensayos, va a escribir ensayos basados en largas entrevistas a nietos, hijos y nietos sobrevivientes de la dictadura militar en la Argentina, a niños y niñas que sobrevivieron al holocausto, a soldados, o sea que ella va ampliando su registro y hace una tarea claramente de ensayista porque estos textos tienen una forma literaria, pero están basados en entrevistas.
APR: En las propuestas sobre si hay un entrecruce de género, Gabriela Polit puntualiza que la crónica es un área del periodismo.
GP: No hay un entrecruce de géneros, es uno solo. La crónica siempre ha sido un área del periodismo. No nos olvidemos de sus orígenes. En los diarios si se quiere podemos hablar de un origen plebeio, pero es el área del periodismo que se ha caracterizado por permitir al periodista tener una voz propia, aparecer como lo que sería la figura del autor. Cuestión que en el periodismo tradicional obviamente no es posible. La crónica tuvo un momento de expansión, bueno, empieza con el modernismo y se expande en la vanguardia. Viviane Mahieux escribió un gran libro que llama Urban Chronicles in Modern Latin America: The Shared Intimacy of Everyday Life, en el que analiza como escritores de vanguardia explotaron el punto de vista y el uso del yo para hablar de la vida cotidiana en las ciudades. Podríamos dar un salto y hablar de la Fundación Gabo, creada en 1994 por Gabriel García Márquez porque fue un acontecimiento fundamental para que la crónica cobrara aliento a fines del siglo pasado e inicios de este. García Márquez, el mismo Ryszard Kapuściński, Alma Guillermo Prieto, Tomás Eloy Martínez, Martín Caparrós, estaban entre los maestros de esos primeros becarios que luego se quedaron conectados por las redes sociales y se hizo un campo increíble, o sea el renacimiento de la crónica a finales del siglo XX y principios del XXI tiene que ver un poco con eso y un poco con la expansión de las redes sociales. Los talleres de la Fundación formaron a gente como Cristian Alarcón, Marcela Turati, la misma Leila Guerriero, Julio Villanueva Chang y tantos otros, ellos y la tecnología. Primero el aparecimiento de los blogs, que fue una etapa corta pero intensa en la literatura. Muchos blogs no fueron sino espejismos mientras que otros de hecho fueron el inicio de escritores conocidos. Frank Báez me contaba cómo él hizo su carrera en el blog y si nos acordamos Cristina Rivera Garza empezó también siendo muy activa en los blogs. Eso duró poco.
APR: Y me parece muy relevante lo que continúa reflexionando Polit sobre la crónica.
GP: La crónica es un género que yo considero muy latinoamericano. Combina algunos aspectos de la etnografía, del ensayo, la opinión pública y busca siempre un horizonte estético desde esa primera persona.Eso que no está en el periodismo del día a día. Las crónicas de Martí, de Darío, de Casals, de tantos otros siguen siendo leídas como textos bellos. Además que reportan esa vida de las ciudades de inicios, de fines del siglo XIX y principios del XX. Y así fueron las crónicas del vanguardismo, Art nouveau. Entre las mujeres años más tarde Poniatowska nos dio algo que fue un testimonio slash crónica que fue en el 68. No hay mejor reporte de lo que fue Tlatelolco que el libro de Elena Poniatowska. Actualmente se habla de la literatura de no ficción. Creo que es un término que hemos adoptado del inglés, aunque a mí me gusta mucho más el término crónica porque el no ficción es muy categórico y en la crónica hay algo siempre del recurso de la ficción. Me gusta hablar de la crónica del largo aliento como son los libros de Patricia Nieto, Turati y Daniela Rea en cuyos casos está la denuncia, el interés del reportaje, la reflexión, la búsqueda de justicia. Un libro que editó María Angulo Egea con Marcela Aguilar se llama Criaturas fenomenales. Es una excelente antología de las nuevas crónicas escritas por mujeres jóvenes, salió en la caja Books en el 2022. En mi libro hago un contraste entre una cita de Martín Caparrós que describe al cronista como un cazador, con una mirada aguda que ve, observa, escucha, huele, listo para avanzar sobre su presa. Un cazador tiene el cuerpo erguido, está alerta. A mí me gusta y en esto sigo Adriana Cavarero, la filósofa italiana que habla de la postura de la inclinación como una postura ética y recurro a la imagen de un cuerpo doblado, el cuerpo que se acerca al otro para escuchar. Guga decía en un ensayo sobre la historia que tenía que doblarse para poder escuchar a sus informantes. Así veo a las cronistas que cubren el sufrimiento social, con su cuerpo agachado para escuchar. ¿Qué veo en esas dos imágenes? ¿Una contraposición de los géneros? Claro. Hay una postura muy masculina y una postura que yo considero más femenina. Y no quiero decir que sean hombres o mujeres los que necesariamente adopten una postura o la otra. Quiero decir cómo Caparrós define a la crónica y cómo yo veo a la crónica, especialmente las que, como digo, reportan el sufrimiento social. La crónica tradicionalmente desde el siglo XIX se la identificó como el género de la mirada. El Flâneur de Benjamin se repite en las imágenes de Rodker, de Ramos, pero Silvia Molloy nos descubrió que los modernistas no solo miraban, sino que posaban para ser vistos, para ser mirados, como lo hacía Oscar Wilde, una figura admirada por todos ellos. Y Pratt también describió su libro de viajeros que miraban, ¿no? Era una mirada del que quería fijar al otro. En este momento de la modernidad en la que al menos algunos cronistas quieren entender la vida de quienes han quedado por fuera del proyecto moderno, del avance tecnológico y que están relegados a los lugares que hemos transformado como ecológicamente los más vulnerables, ellos buscan escuchar esas voces. A mí me gusta pensar en la crónica como el género narrativo de la escucha. Creo que el último libro de Leila Guerriero es una maravillosa, maravillosa, o un maravilloso ejemplo de una crónica escrita desde la escucha. Y es un libro que cuestiona todo un momento histórico en la Argentina desde muchas, muchas perspectivas.
APR: Otra es la idea de Martha Bátiz sobre la crónica, que nos lleva a nombres como Sara Sefchovich y Tununa Mercado.
MB: Ha pasado mucho tiempo desde que Virginia Woolf y Simone de Beauvoir abordaron el género, y curiosamente poco ha cambiado la situación de las mujeres desde entonces. Me parece urgente leer a Svetlana Aleksiévich, por ejemplo, pero si hablamos de escritoras mexicanas, puedo decir que Alberca vacíaes muy diferente como libro, y además es un libro precioso. Isabel Zapata maneja una prosa finísima que siempre disfruto. Creo que es imposible dejar de lado lo autobiográfico al escribir un ensayo que no sea de corte académico, porque incluso cuando uno habla de la situación política de su país, lo está haciendo desde su propia experiencia y visión. Obviamente uno no puede dejar de mencionar en este rubro La noche de Tlatelolco, de Poniatowska, La autobiografía del algodón, de Cristina Rivera Garza. Me gustan mucho algunas crónicas escritas por María Fernanda Ampuero, por ejemplo, abordando la problemática de la mujer emigrante. Otros nombres que vale la pena mencionar y ofrezco disculpas a todas las que se me queden en el tintero son Daniela Rea, Gabriela Wiener, Sara Sefchovich, que escribió un libro que no he leído, pero que habla de esto y se titula Vida y milagros de la crónica en México. Y bueno, uno de mis favoritos es En Estado de Memoria, de Tununa Mercado, que es una mezcla de ensayo, memoria, crónica, creo yo. Este es un género que está vivito y coleando, como decimos.
APR: Tres comentarios interesantes sobre la hibridez de estos géneros. Uno es de Gisela Kozak, y lo complementan Lorena Amaro y Mónica Velásquez.
GK: Creo que inevitablemente hay un entrecruce de géneros, no solamente porque esta interacción con las redes sociales, con la inteligencia artificial, las herencias vanguardistas del siglo XX, todo este mundo discursivo de literatura, de poesía, novela, crónica, televisión, cine, a las que se le agregarían las redes sociales, los videojuegos, y ahora la inteligencia artificial llevan necesariamente a un juego de hibridez que es sumamente interesante, que incluso se está expresando en formatos como el podcast, por ejemplo. Creo que el ensayo tiene una extraordinaria importancia, pero creo que el periodismo, el periodismo en la crónica se cruza con otros géneros de maneras muy ricas. En algunas escritoras, voy a hablar además de una situación, esto me lleva, cosa que es de mal gusto, a hablar de mí, pero el entrecruce de géneros tiene que ver también con algo, la profesionalización de la escritura. Cuando, en el caso mío, por ejemplo, que pierdo mis certezas como inmigrante, que tengo que salir de Venezuela ya siendo una mujer madura con trayectoria editorial y académica en Venezuela, una de las cosas que uno tiene que empezar a hacer es a pensar en la escritura desde el punto de vista profesional, es decir, a escribir para que te paguen. Además de eso, el activismo político y el activismo LGBTQ, en mi caso, también te lleva a mezclar escrituras, es decir, a mezclar la crónica con el ensayo, con el testimonio, a escribir artículos de opinión, a escribir ensayos digamos más elaborados para publicaciones sobre cultura, sobre ideas, sobre literatura, sobre política, y esto te lleva inevitablemente a un trabajo donde los géneros comienzan a hibridarse, empiezan a entrecruzarse inevitablemente. Ya no es solamente el problema, digamos, del periodismo, del hecho de, digamos, tener la noticia que tienes que ofrecer en un formato adecuado y sustentado al lector. Se trata también de cómo, a partir de las redes sociales, de las transformaciones que ha habido en los medios, no ha habido más remedio que, en el caso venezolano donde además ha habido gravísimos problemas con la libertad de expresión, pues lanzarse al ruedo de escribir. Ya lo hacía en Venezuela, escribir fuera desde Venezuela, desde todos estos registros. Y son absolutamente inevitables cuando la situación empuja a ello. Y a lo mejor entonces, otros géneros a lo mejor ya no son tan atendidos. Bueno, yo he escrito cuento, estoy escribiendo novela ahorita, pero, digamos, otras escrituras me están exigiendo que de alguna manera salte de un género a otro. De un prólogo a una crónica, de una crónica a un artículo de opinión, a un ensayo literario. Y desde luego, pues esto me convierte en una suerte, como dije alguna vez en algún artículo de escritora mutante, ¿no? Pero esto lo hago, como digo, porque también la necesidad me ha empujado a asumir este papel. Ahora, ya volviendo, digamos, a hablar de otras escrituras que es lo más correcto, creo que la mejor cronista de mi país es sin duda alguna Elisa Lerner. Elisa murió hace poco tiempo, murió de avanzada edad, más de 90 años. Hubo una última recopilación de sus crónicas, fue también dramaturga y narradora. Esta recopilación se llama Así que pasen cien años de una editorial venezolana. Es muy difícil conseguir ese libro, pero lo que sí puedo decirles es que la calidad de las crónicas de Elisa Lerner, de la prosa de Elisa Lerner, es una cosa absolutamente impresionante. Es decir, cualquier persona que haga crónica, que haga narrativa, que haga cualquier género, pero especialmente crónica, tiene que leer a Elisa Lerner. Y creo que Elisa no ha sido más conocida por esas singularidades de la literatura de mi país, de que, bueno, no vienen al caso.También Karina Sainz Borgo, que ha sido muy traducida y publicada por editoriales importantes, ha hecho también crónica.
MV: Me interesa mucho la forma en que el ensayo o sus modos de pensamiento están invadiendo o aparecen discretamente socavando otro género literario, como el poema-ensayo o la novela teórica. Si bien poetas como Mario Montalbetti lo habían trabajado, ahora hay ensayos académicos que se ficcionalizan, o literatura que incorpora una dimensión teórica. Pienso, por ejemplo, en casi toda la obra de Cristina Rivera Garza. Resalto que es en la hibridez de sus formas donde arriesgan su pensamiento, es decir, que no se agotan en su contenido, sino que hacen del derrame formal una política y una ética.
LA: Considero que hoy estamos frente a textos que afirman su hibridez, haciendo de esto un valor. En México, el gesto creo que forma parte ya de un largo diálogo que viene probablemente de Reyes, o tal vez nazca antes, no lo sé. Esa idea de que el ensayo es el centauro de los géneros es un artefacto híbrido y por lo mismo genial. Pienso en lo que hace Jazmina Barrera en Cuaderno de Faros, o Valeria Luiselli en ese primer genial libro suyo que fue Papeles Falsos, o en los textos interesantísimos de Verónica Gerber que se define a sí misma como artista visual que escribe y se acerca al ensayo, pero pone allí mucho de biografía y autoficción. Estas formas ensayísticas son por lo general fragmentarias, breves, algunas casi aforísticas, y en México creo que le deben mucho no solo a Reyes, sino también a autoras de los años 50 como la genial Josefina Vicens, autora del Libro vacío, un libro que tomas hoy y te parece absolutamente contemporáneo. La verdad es que es complicado pensar la publicidad de los géneros, ¿no? Cuánto de crónica, cuánto de ensayo, cuánto de ficción puede haber en un texto en tiempos en que estas mixturas se producen en todo tipo de expresiones simbólicas. Basta con ver lo que pasa con los archivos hoy presentes en el mundo de la ficción, en el teatro, en las performances. La digresión, la reflexión siempre han estado presentes en las mejores novelas y el relato en los mejores ensayos. ¿Qué es que bautiza? Si este género se pasa de la reflexión al cuento con mucha facilidad, imprimiendo siempre en el texto algo que él mismo se encarga de señalar, las marcas de sus intereses o de lo que podríamos llamar su personalidad.
APR: Una escritora fundamental e imprescindible es Leila Guerriero. En este tema ella entra con las mixturas de los géneros y sobre eso comenta Lorena Amaro.
LA: Leila Guerriero es una de las cronistas más reconocidas en habla hispana junto a otras como Josefina Licitra o Gabriela Wiener. La proximidad con el periodismo varía de una a otra llegando a autoras que me parecen muy literarias en sus crónicas, como a la misma Wiener o Margarita García Robayo. Gabriela Polites una genia crítica con un libro interesantísimo en torno a los caudillos, entre sus textos más tempranos, ¿no? Donde recuerdo que parte como una escena en ese libro de los caudillos de una visita del presidente Lula a la universidad donde ella estaba en Nueva York, una escena totalmente narrativa. Otra crítica ecuatoriana que me parece genial de ensayista es Cristina Burneo Salazar, quien ha ganado recientemente el premio Casa de las Américas con el ensayo Dime si son latinas, escrituras de la diáspora ecuatorial in the USA. Cuando mencionas a Leila Guerriero pienso que ella además es columnista, otro género que convendría relevar, porque es previamente ensayístico y también se asociaba más con el periodismo y la divulgación. En Chile un excelente columnista es la historiadora Claudia Zapata, quien publicó hace un par de años La historia no parte de cero con sus columnas y reflexiones políticas, y me parece muy importante en este momento de resurgimiento de los fascismos. Claudia también tuvo el premio Casa de las Américas. La verdad es que me interesa la escritora ensayística que remueve políticamente, que se mete en las contradicciones locales, que está pensando lejos del sentido común. Ahí habría que destacar también a varias filósofas y escritoras ensayistas actuales, como la argentina Luciana Cadahia, la colombiana Laura Quintana, y muchas más.
APR: Mónica Szurmuk nos cuenta sobre esa línea de la crónica y el periodismo, pero además habla de un proyecto que se está extendiendo en donde se concentran muchos ensayistas y políticos. Se trata de Revista Anfibia, en donde también participa Gabriela Polit. Mónica nos menciona además otro nombre muy relevante, Tamara Tenenbaum.
MS: Leila Guerrero es un caso bastante paradigmático de cómo una periodista hace publicaciones que están basadas en periodismos de investigación a las que se les puede dar aire y hacerlas crecer hasta transformarlas en libro con resultados muy interesantes, muy prometedores. Pienso, por ejemplo, en su libro sobre Bruno Gelber. Este tipo de experiencias le podemos buscar antecesoras, como es el caso de Alma Guillermo Prieto, que fue, durante muchos años, escribió en el New Yorker y cuyos textos luego se transformaron en libros. Uno de mis favoritos es Al pie del volcán te espero, que es uno de estos textos en el que podemos ver ya desplegado lo mejor que tiene este cruce entre periodismo y crónica en el presente. Son textos apasionantes que se leen con la emoción y con el deleite con el que se puede leer una novela y que a la vez se meten en el meollo de temas desgarradores, complicados, y en el que se registran nuevos espacios.Pienso en el caso de Alma Guillermo Prieto, por ejemplo, en el espacio de Santa Fe en la Ciudad de México o en las muertes en la guerra del narco en Colombia. La lista de cronistas, periodistas actuales es enorme, muchas también son asiduas de otros géneros como el blog en otro momento, o sea, en un primer momento fue el blog, o el podcast. Algunas de las autoras que vale la pena seguir son Sonia Budassi, Tamara Tenenbaum, cuyo libro El fin del amor que es en realidad un largo ensayo y que recoge, no sé realmente si recoge exactamente crónicas publicadas por Tamara Tenenbaum, pero sí una línea de publicación en crónicas que Tamara Tenenbaum tiene en diarios y revistas y este largo ensayo, El fin del amor, se transforma después en una serie de televisión en Netflix que ya va por la segunda temporada. Para este cruce que señala Gabriela Polit entre periodismo y crónica, esta intersección, la Revista Anfibia ha sido clave y ha lanzado una generación de periodistas cronistas entre las que me gustaría nombrar a Julieta Greco, a Leila Mesyngier, podemos incluir a Florencia Angilletta que colabora con Anfibia, pero que también escribe en otras revistas y que también tiene una tarea docente y de investigación en la Universidad de Buenos Aires. Me gustaría también señalar que hay temas que siempre fueron temas de la literatura de mujeres pero que ahora se están tratando de otro modo. Pienso en los libros sobre la maternidad de Gabriela Wiener y de Jazmina Barrera donde el embarazo, el cuidado durante el embarazo, las visitas a parteras, a doulas, son descriptas con mucho, mucho cuidado, donde aparece el cuerpo, aparece la vida contemporánea en ciudades como Lima, como Barcelona, como la Ciudad de México y que me parece que combinan el trabajo textual con un registro además que es muy contemporáneo en la posibilidad de presentar voces que crucen lo cotidiano con lo público.
APR: Mónica Velásquez habla sobre la crónica y la subjetividad en este comentario.
MV: Creo que ese tipo de intersecciones confirman tanto la potencia de las formas como los riesgos en que se puede exponer el pensamiento crítico. Es decir, al trabajar en la coexistencia de géneros en los bordes del desafío, se logra remozar la tradición desde esos mismos bordes. Pueden parecer ejemplos distantes a los que mencionas, pero la diatriba que Lina Meruane escribió para una editorial específica y una colección precisa contra los hijos me parece un buen ejemplo de ensayo literario que es a la vez la crónica de una subjetividad o en este caso de una afectividad social. También Ariana Harwicz ha escrito en 2023 un ensayo crónica, El ruido de una época, la manera en que suele posicionarse ella se aparta de sitios comunes del pensamiento propiciando creo una renovación permanente de la duda, la pregunta y los bordes.
APR: Y otra pregunta que se agregó a este cuestionario para hacer LAM número 10, es hablar sobre las periodistas. Y aquí también interviene Gisela Kozak con nuevos nombres.
GK: Y bueno, cabría mencionar en este género a Adriana Villanueva que tuvo durante mucho tiempo una columna llamada Evitando intensidades. También periodista como Milagros Socorro. Si se me escapan otros nombres pues uno siempre tiene que disculparse pero estoy digamos pensando que a partir de algunas notas y por supuesto hay un volumen de crónicas que se llama Siete Sellos: Crónicas de la Venezuela Revolucionaria que me tocó recopilar hace unos años hablando de estos tantos trabajos que uno tiene que hacer y esta recopilación de crónicas había por supuesto nombres de periodistas de ese momento que bueno prácticamente todas tuvieron que salir del país. Publicado por Calatos en Madrid, también Aglaia Berlutti ha hecho crónicas.
APR: Como siempre, Martha Bátiz pone en diálogo lo crítico y lo literario con otras cosas que son como el mercado, los riesgos de hacer periodismo hoy y el poder que está detrás de todo esto.
MB: La crónica y el ensayo van tomando caminos nuevos y arriesgados, hablando de cosas que antes no se decían. El periodismo creo que es distinto porque en México al menos se trata de una profesión de alto riesgo. Ejercerla con integridad supone poner a veces en riesgo no solo la vida propia sino la de otros, con lo cual yo respeto muchísimo a los periodistas con el valor de hacerlo y más aún si son mujeres. Sin embargo, hay que decir también que el periodismo se ha desvirtuado a favor del amarillismo. Se tergiversan noticias y hechos con titulares que buscan descandalizar, llamar la atención, vender, conseguir clics, llevar tráfico hacia las páginas web de los diversos medios. Ya no siempre se reporta una noticia o un hecho real tras haberlo investigado al menos un poquito, sino que directamente se hacen resúmenes flojos que recopilan tweets o posts de otras redes sociales y agregan una breve opinión incendiaria o intrascendente al respecto. O se le da voz a gente que no está informada en los temas, nada más para que dé su opinión, porque su opinión es incendiaria y va a llamar la atención y va a vender. Ya no quiero ni siquiera mencionar los errores de ortografía y la enorme falta de ética que pueden encontrarse cualquier día en periódicos de circulación nacional. Y esto no pasa solo en México, por supuesto. El periodismo enfrenta, en mi opinión, un riesgo que está presente no solo por la violencia que puede despertar un reportaje que revele una verdad incómoda, sino porque algunos editores y reporteros se han rebajado a ser merolicos bien pagados o comprados, más bien para decirlo como es, al mejor postor. Entonces estamos enfrentándonos a medios que ya no son de fiar, que no son imparciales, que promueven ciertas ideologías o posturas políticas sin cuestionar nada y que ayudan a manipular a la gente menos informada. Entonces yo confieso que tengo en este momento una crisis de fe muy importante con respecto al periodismo y me parece que el buen periodismo está en vías de extinción.
APR: Mónica Szurmuk, quien es una gran especialista en el género, lo amplía de esta manera.
MS: Aplaudo la revisión de crónicas de autoras como Lispector. También se han editado las crónicas de Sara Gallardo, contemporánea de Lispector. Se han vuelto a publicar libros de Josefina Vicens, de María Luisa Puga y recomiendo la colección Las Antiguas que reedita libros de autoras argentinas. Algunas olvidadas, otras no tanto, pero recientemente han publicado a Salvadora Medina Onrubia, a Elvira Aldao, a Agustina Palacio. Creo que el trabajo de la revisión de crónicas, de la revisión de los archivos para encontrar estos textos de mujeres escritoras, que muchas veces, como es el caso de Lispector y Gallardo, fueron mujeres que se ganaron la vida escribiendo en los periódicos o en revistas. Me parece que es muy importante reeditar estos textos y me parece que hay una invitación pendiente que es revisar periódicos de otro momento e ir siguiéndole la trayectoria a muchas de estas autoras que en muchos casos ni siquiera llegaron a publicar libros pero que sí tuvieron una participación a través de los géneros del yo, de la primera persona en la vida pública. Y en todos estos casos se ven, primero aparecen crónicas a pedido, crónicas que nos muestran otro aspecto de estas escritoras y por otro lado aparecen opiniones sobre eventos políticos, eventos sociales que son tremendamente válidas y tremendamente ricas. Una autora que podríamos pensar que ha trabajado en la frontera con la crónica es Tununa Mercado. Fundamental además para estos géneros han sido determinadas las publicaciones, los premios como premio Nuevo Periodismo. Recomiendo muchísimo el libro La Invención de la Crónica de Susana Rotker, un libro pionero en este campo y a la vez la escritura de Susana Rotker que es una de estas mujeres provenientes del periodismo, que se formó en el periodismo, que fue periodista en su Venezuela natal, que luego realizó un doctorado y que luego llegó a tener una carrera académica como profesora universitaria tanto en Argentina como Estados Unidos y murió joven, por lo cual no pudimos seguir escuchándola a Susana que en el momento de que poco tiempo antes de morir había publicado un libro extraordinario llamado Cautivas en el que realiza a pesar de que es un libro académico publicado por la Editorial Ariel realiza este cruce entre narrativa personal crónica y trabajo académico y su libro sobre la violencia en las ciudades que va a ser un libro que va a abrir el campo para un montón de publicaciones posteriores me parece que la crónica es uno de estos géneros de los que vamos a leer cada vez más y me parece que además reivindica la palabra escrita, reivindica la escritura y nos da un pulso como el que no teníamos en otra época de la situación de las mujeres en la vida contemporánea.
APR: Y es que sucede que en el entre cruce entre la crónica y la ensayística está también la denuncia la mirada siempre aguda de Lorena Amaro lo pone así.
LA: me interesa mucho una autora como la argentina brasileña Paloma Vidal cuya literatura dialoga mucho con Lispector, en un ensayo suyo Ensayo de vuelo, escribe un texto breve y en juego está la inmediatez y autoreflexividad de la escritura, el yo está ahí pensando su familia, su historia pero está también la crítica literaria que piensa otros libros en que las historias de mujeres jóvenes que viajan fuera de su país están presentes y está reflexionando también sobre las historias del exilio, creo que ella es una autora interesantísima y que precisamente lo que escribe es lo que más me atrae a las formas de ensayísticas y de la crónica actuales otro ejemplo es un libro que leí hace poco y que va en esa línea, es Triste Tigre de Neige Sinno, escritora franco-mexicana que se refiere al abuso sexual desde su experiencia infantil autobiográficamente pero también con numerosas digresiones sobre las posibilidades y límites de la escritura para abordar la violencia más allá de este caso puntual, es un libro que me pareció inteligentísimo.
APR: Creo que no podemos escapar en esta época a mencionar el tema de la inteligencia artificial que tanto ha entrado ahora en la conversación así lo hace y lo apunta Gisela Kozak.
GK: ¿Qué camino están tomando con la crónica el ensayo y el periodismo? Bueno, creo que voy a a concluir diciendo que bueno la inteligencia artificial está abriendo nuevas posibilidades de de hibridación y nuevos formatos de expresión de todos estos de la crónica, del ensayo y el periodismo, por ejemplo el libro de Irene Vallejo con El infinito en un junco ya no sé si ha salido pero en todo caso había un proyecto de adaptarlo a expresión gráfica, o sea un ensayo gráfico, así como hay novela gráfica ensayo gráfico, está por supuesto el podcast, está en todos estos formatos y bueno la inteligencia artificial abre la posibilidad de una gran democratización del ensayo en el sentido por supuesto de que gente que no tenga especiales actitudes para la escritura puede irse perfeccionando y trabajando a partir de buenas ideas con la inteligencia artificial, sin embargo, y aquí viene un punto que yo creo que es clave, la inteligencia artificial juega ajedrez mejor que la gente, la inteligencia artificial puede recopilar datos mejor que la gente pero la gente sigue jugando ajedrez y sigue haciendo investigaciones a partir de esos datos y a contrapelo incluso de esos datos, los datos indican que no hay que escribir poesía pero la gente sigue escribiendo poesía.
APR: Pues nos vamos acercando al fin de este maravilloso episodio en donde hemos aprendido tanto y en donde no es posible terminar sin reconocer que sin los espacios de publicación el ensayo no sería visible. Las editoriales y revistas que publican y han publicado durante décadas a estas escritoras como el caso de Beatriz Viterbo Editora, editorial a quien le hemos dedicado el mes de julio en Hablemos Escritoras, es un ejemplo de muchas más. Para cerrar este episodio hemos reservado las palabras de Lorena Amaro invitándolos a todos a buscar a estas escritoras, leerlas y difundirlas, regocijarse en el placer de la ensayística de la crónica del periodismo.
LA: El periodismo nos está pasando por un buen momento y siento que estamos muy lejos del 2010 cuando se hablaba de un boom de la crónica, por ejemplo. Cada vez hay menos espacios para sus textos y también menos presupuestos que financian investigaciones periodísticas de calidad y textos que a partir de ahí precisan de tiempo para ser elaborados. En cuanto al ensayo lo dejo en otro lugar, creo que por el contrario los libros que orden mundos entre la reflexión y la narrativa con un estilo fragmentario son cada vez más habituales. Esquivan la novela, esquivan también el periodismo permiten articular de un modo singular la voz de la primera persona y los temas que abordan. Y lo que importa en ellos creo es el ejercicio de una mirada divergente oblicua, que se detiene en pequeños detalles volviendo hacia el mundo un poco más poético e irreal, también un poco más espinoso. Creo que ahí también he dejado fuera y no puedo dejar de mencionarla, sobre todo cuando hablaba de las autoras mexicanas, a alguien que es importantísimo en la conversación actual y es Cristina Rivera Garza y sus ensayos sobre la literatura. Creo que escrituras geológicas y también los ensayos anteriores que ha publicado son fundamentales de nuestro tiempo y también juegan y oscilan con esta ambigüedad, con esta ambivalencia con este modo de ser anfibio.
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APR: Pues esto ha sido un episodio maravilloso de la literatura alrededor de la mesa. No olviden visitar nuestro sitio web para ver todos los otros LAM que ya tenemos. A lo largo de estos dos años se han acumulado estas maravillosas conversaciones críticas con voces que en verdad saben de estos temas.
Yo soy Adriana Pacheco y como siempre quedo agradecida con todos los que nos siguen y con todos los que hacen Hablemos, escritoras. Muchísimas gracias al maravilloso equipo que está atrás de bambalinas. Hasta la próxima.