Para un escritor polaco del siglo XVII, la ternura es el poder de residir en los nervios, cuyos estímulos desencadenan emociones. Pienso que esta descripción de la ternura es una manera de acercarse a Periferia, el primer libro de cuentos de la escritora mexicana y defensora de derechos humanos Diana del Ángel publicado por Almadía a principios del 2024. En Periferia, del Ángel propone una escritura a través del agudizamiento especial de los sentidos, enfatizando la capacidad de reaccionar ante el peligro o la incomodidad con suavidad, cariño e imaginación. El libro está formado por trece cuentos, casi todos narrados por voces femeninas, unidos por un territorio—el de la periferia—y los afectos que la ternura desencadena en un espacio que tiende a ser descrito por su pobreza y violencia.
El libro inicia con el cuento “El nombre oculto de lo cotidiano” que trata sobre cuatro hermanas conocidas como las Brígidas. Narrado por una vecina adolescente que se sabe la historia por chismes, nos explica que las hermanas siempre han sido cuatro solo que una de ellas fue víctima de feminicidio y, desde entonces, las Brígidas no van a la escuela y los padres se regresaron a su pueblo en Oaxaca. La colonia no les dirige la palabra y sobreviven con trabajos asociados a la brujería, la curandería y facilitando abortos. De ahí, el apodo de las Brígidas que hace referencia tanto a la patrona de los curanderos de la tradición gaélica como a una figura femenina asociada a la creatividad, la fuerza y el peligro.
La narradora se acerca a estas mujeres buscando un aborto para su amiga, pero termina por descubrir que la supuesta enfermedad de su hermana, que su madre cuidó con tanto cariño, fue en realidad un aborto. La narradora termina por confesar a la madre su aventura en casa de las Brígidas y está le termina por confirmar lo que descubre sobre su hermana y además le revela el verdadero nombre de estas curanderas. Después de esta plática, la narradora dice: “sentí que había descubierto muchos misterios y que algo había cambiado en mí, aunque no sabía qué era exactamente … yo sentí que aun siendo niña podía cuidar a otras personas.” La historia acaba un tiempo después cuando un chavito se le declara y le pregunta si quiere ser su novia. A lo que ella responde: “No, le dije, y añadí más para mí que para él: es que no quiero ser burbuja”. Me parece que el cuento es un gran ejemplo para entender la ternura como una forma de escritura situada en el poder político de los afectos. El cuento no rehúye a la violencia, pero tampoco es el punto de la historia. El nombre oculto de lo cotidiano es la red de cuidados entre mujeres que el patriarcado se empeña en demonizar y ocultar. La última frase hace referencia al cuento de “La sirenita” de Hans Christian Andersen donde la mujer que perdió la voz por un príncipe se convierte en espuma de mar. La emoción que este cuento desencadena con este final es la ternura de saberse otra, a pesar de la violencia y no por ella.
Me parece que el talento de Diana del Ángel reside en poder usar esta ternura sin agotarla ni convertirla en una fórmula de fácil aplicación. En los cuentos “El mar de heladas sombras” y “Penélope cuenta” vemos muchos de los mismos tropos utilizados en el cuento descrito anteriormente. Por ejemplo, las referencias mitológicas o los cuentos de hadas. También son relatos que narran la violencia de género—en el primero, otro feminicidio; en el segundo, la violencia emocional de un hombre hacia su pareja sentimental. Pero los afectos que desencadena la ternura movilizada por la forma en que escribe del Ángel estos cuentos es muy diferente. En el primero se intercalan diálogos con el monólogo interior de una niña que está por ser asesinada y recuerda el amor de las presencias femeninas en su vida. La yuxtaposición de estos dos planos del relato que además se enfatiza visualmente con cursivas y guiones, subraya la capacidad de reaccionar ante el peligro con cariño como un tema que se repite sin volverse centro. En otras palabras, los cuentos utilizan los mismos recursos pero no se parecen en nada.
Quizá otro ejemplo que se sale del tema de la violencia de género y precisamente por ello sedimenta la lectura que propongo es “Relatividad de los caminos”. Este cuento es una reescritura afectiva y periférica del texto canónico “Bartleby, el escribiente,” publicado en 1853 y escrito por el escritor estadounidense Herman Melville. En el relato de Diana del Ángel, la oficina de Bartleby se convierte en una combi y las emocionas que desencadena este espacio producen la misma sensación de hartazgo y desesperación que el cuento de Melville pero desde una voz femenina que se queda atrapada en el transporte sin poder salir a causa del tráfico de la CDMX y responde con enojo, confusión y finalmente calma. Una historia sobre el transporte público, el tiempo y los nervios que desencadenan ternura.
Me gustaría concluir señalando que varios de los cuentos de Periferia están narrados siguiendo registros textuales que no están asociados con el género cuentístico: un artículo de vogue, anuncios o el artículo académico, por mencionar algunos. Este es el caso de mi cuento favorito, titulado “Consideración sobre la espiritualidad de los antiguos mexas”.
Debo reconocer que mi propia educación afectiva así como mi posicionalidad académica, en este caso, predispone mis gustos. Me parece que el cuento debe ser leído por toda subjetividad femenina que este en el mundo académico y necesite sentirse acuerpada y burlarse un rato del cliché de la sensibilidad machista que edifica la ciudad letrada.
Parafraseando al Manifiesto de la ternura radical de Dani D’Emilia y Daniel B. Chávez donde aseguran que la ternura es creer en la arquitectura de los afectos, en Periferia, del Ángel edifica, sin descuidar la forma ni banalizar el contenido, una periferia de la escritura que apuesta por la sensibilidad para relacionarse con y resistir el mundo en que vivimos. Si los cuentos dibujan una periferia que ya no está contenida en el margen—si es que alguna vez lo estuvo—cabe señalar que la ternura como una forma de escritura y de cuidado en la literatura mexicana está cada vez más presente en la literatura escrita por mujeres y sus afectos siguen movilizando mares para que nunca más seamos espuma de mar.