Su nombre comenzó a circular en los medios académicos de Estados Unidos y de Europa a fines de la década del ochenta. Cuando se hablaba de una literatura representativa de la postdictadura se nombraba a Alicia Kozameh. Es cierto Pasos bajo el agua fue publicado en Argentina en 1987. Pero sólo advirtieron entonces su profunda densidad unos pocos, que por el hecho de saber de su existencia crearon, sin proponérselo, las claves de un código muy exclusivo cuyos secretos se transmitían de boca a oreja, casi de manera clandestina. Conseguir el libro, fotocopiarlo, pasarlo de mano en mano o reproducirlo escaneado por internet, fueron itinerarios trasegados para quienes desearon leerlo en estos quince años desde aquella aparición. El deseo ahora se cumple. Un recorrido circular: de la cárcel de mujeres a la libertad, de la libertad al exilio, de los recuerdos que se atesoran a la memoria escrita. Quien ha mirado para contar, quien incluso se desdobla para enriquecer aún más la perspectiva del narrar, pone a prueba sus atributos; la lucidez de la mirada, su conversión de imágenes de fuerte audacia poética; la coherencia ética y poética, que no necesita explicarse ideológicamente porque se ha dejado decir por el texto mismo, sin ninguna aberrante. Feroz para hacer memoria del terror, certero para dar cuenta de la crueldad y de las formas de resistencia en el submundo de la cárcel, irónico y escéptico. Pasos bajo el agua es un libro necesario. Vale la pena haber esperado hasta tener entre nosotros a Kozameh; tal vez estemos ahora en mejores condiciones para entender la corrosiva inteligencia de su escritora.